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domingo, 6 de noviembre de 2011

Sobre el dolor y la muerte... y cómo llevarlos con sentido cristiano

Probablemente uno de los temas que más tinta ha dejado correr es el dolor, sobre todo si es de personas inocentes. Como católicos, tenemos la respuesta en la cruz. Con palabras de Juan Pablo II: Cristo crucificado es una prueba de la solidaridad de Dios con el hombre que sufre. Dios se pone de parte del hombre. Lo hace de manera radical: «Se humilló a sí mismo asumiendo la condición de siervo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2,7-8).
Para conocer toda la explicación que da el Papa, puedes leer estos dos capítulos de su libro "Cruzando el umbral de la esperanza", en el que responde una serie de cuestiones de actualidad. Pincha en los enlaces para leer los capítulos relacionados con el dolor:
Pero, como  siempre, un testimonio puede ilustrar mejor una idea muy clara: Dios saca bienes incluso de lo que nos parece que son males.
Álvaro Domecq escribió esta carta cuando fallecieron cuatro nietas, de 21 a 11 años, en un accidente de tráfico en 1990. Fue publicada por el periódico ABC.
Señor Director
Estamos recibiendo muchas cartas y yo voy dejando la mía porque en el fondo no sé cómo empezar. Me da pena escribir, a pesar de que oigo vuestra voz pidiéndome unas letras. "Abuelo, a ver si me escribes" Y ya está aquí el abuelo escribiéndoos. Esta carta no va a ser como las otras, aquí no hay consejos, ni planes para cuando volváis, porque sé que no volveréis más por casa Sé que habéis elegido mejor, y lo único que reprocho, no a vosotras, sino a la vida, es que ni siquiera me avisara. Yo, sorpresas como éstas las acepto, pero tenéis que comprender que es muy duro. Entre las cartas recibidas hay una frase maravillosa, creo que de un obispo, que decía que su gran ilusión era darle la mano a Dios. Y parece que vosotras, las cinco, ya le habéis dado la mano a Dios.
Pienso, además, que no es ilusión de padre o de abuelo, porque me parece ver a Manoli con su ímpetu de ardilla subir corriendo al cielo para preparar el camino y el encuentro que es muy largo, y sé que cualquiera de vosotras os entretendríais cogiendo flores del camino. De Valvanera recuerdo cuando me llevó a su colegio para que les diera una charla a sus compañeras de clase. Al llegar me acompañó al oratorio y allí vi una imagen que hoy recuerdo cada instante. Como retablo, un gran cuadro de la Inmaculada y volando por el cielo azul cinco ángeles, que pienso ahora que erais vosotras. Acuérdate, Valvanera, que os dije que os agarrarais a su manto para no caer. Como me hicisteis caso, vivo ese recuerdo, porque además vuestra madre ha puesto cinco lamparas siempre encendidas ante el sagrario del oratorio. Yo las contemplo y os veo, cinco luceros encendidos siempre, que me alumbran mucho. Son luces, hijas mías, del amor de mucha gente, que se han unido a nuestro dolor. porque nos vieron de Cirineo en esta Semana Santa
¡Qué Semana más Santa nos habéis hecho vivir este año! Yo todos los días he visto el mismo paso Mana José arreglando las flores, siempre con una sonrisa en los labios. La vi así cuando sus compañeras de carrera enviaron una foto, en donde todas, más de treinta, estaban en su aula de estudio, serias, atentas al objetivo, y María José riéndose: que maravillosa alegría, que les devuelvo a esas jóvenes por ese detalle a mi hija del alma.
Esperanza iba a caballo, preguntándome siempre si llevaba la postura correcta y si su galope era académico. Me figuro que habrá sido triunfal su entrada en el cielo. Creo que Santiago no podría contener sus lágrimas. Tan chica, tan bonita, tan buena caballista no había entrado nunca en el cielo
Valvanera se pondría de rodillas delante de Dios. Iría cansada de poner tanto amor en el viaje, y de pronto ante E1, con la cara tan dulce como me miraba a mí, porque yo entonces era como su padre. Y se fue: se fue cuando ya se iba adentrando en el estudio, en el trato y en la bondad. Se fue y eso que tenia ganas de ternura humana Se fue porque no podría dejar sola a Patricia que era la más pequeña, la más inocente; y tan cariñosa que donde te veía te abrazaba La vamos a recordar mucho, porque las lamparillas que su madre puso ante el sagrario nos recodarán su luz y sus abrazos He escrito luz, sin darme cuenta que ellas son luz para mucha gente. He visto muchas personas acercarse a la luz, unas para ver y otras para calentarse de ese amor, maravillosa hoguera del corazón que se enciende cuando la pena te viene y no te deja
Todo pasa, pero no todo va pasando. Teníamos necesidad de muchas cosas, de su amor, de su juventud, de su alegría y ahora todo son recuerdos, y en lugar de ocuparnos de vosotras, os vais a ocupar de todos los de aquí, aunque ahora vuestra preocupación va a ser más importante: pedir ánimo para vuestro padre y fuerza para vuestra madre, porque los dos eran tan felices con vosotras que van a notar mucho vuestra falta
En realidad, erais un regalo de Dios que no podíamos merecer nunca Por eso, te las entregamos sin rabieta, con todo ese cariño que nos mandó tanta gente con sus sentimientos llenos de amor por nosotros. Porque a pesar de ser una familia numerosa no podremos nunca agradecer tanta piedad, pero no olvidéis que Dios siempre paga
            Alvaro Domeq y Díez.

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